lunes, 7 de diciembre de 2015

II Semana de Adviento

La reflexión que nos dejan las Monjas Trinitarias en este tiempo nos ayudan a interiorizar su mensaje.


    “…vino la Palabra de Dios sobre Juan.” (Lc 3,3)
¡Anunciad!, si este adviento 2015 empezaba con la invitación a levantarnos, a ponernos en pie y alzar la cabeza, ahora nos urge a anunciar.
Nos presenta a Juan Bautista, un personaje peculiar, de esos a los que uno se vuelve a mirar cuando se los cruza por la calle. Así fue: una persona peculiar de esas que Dios nos regala con una cierta frecuencia. Un inconformista valiente, de aquellas personas que no se callan la verdad, le pique a quien le pique. Es más, de esos que se atreven a gritar verdades y por eso se buscan problemas.
Juan Bautista era de esas personas que se han dejado transformar y por eso la esperanza habita en ellas. Saben que la realidad está llena de posibilidades y de bondad y están convencidas de que todo ser humano es capaz de cambiar, que lo bueno es patrimonio de todos, “…todos verán la salvación de Dios”.
A sus ojos no existen los obstáculos: los caminos se pueden allanar, los valles se pueden elevar, los montes y las colinas pueden descender y hasta lo torcido se puede enderezar. Su confianza no tiene límites por eso atrae a otras personas.
Necesitamos “Juanes”.  Cada uno de nosotros podríamos intentar esta semana ser un poco “Juan Bautista”, lo de vestirse de piel de camello es opcional, pero llevemos allá donde vayamos un mensaje lleno de esperanza. ¡Que se nos note que la Palabra de Dios nos ha tocado el corazón!
Confiemos y que esa confianza se dilate, se contagie. Quien tiene fe, aunque esa fe sea pequeña como un granito de mostaza, si se agarra a esa fe pequeñita, ¡podrá mover montañas!
¡Anunciad! para que lo torcido empiece a enderezarse.
¡Anunciad! para que la esperanza reverdezca.
¡Anunciad! para que todos vean la salvación de Dios.




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